Tal como lo dijo el Señor Jesús, en el corazón del hombre nacen los deseos malvados y la impureza del hombre, que lleva a la destrucción de su relación con Dios. Por ello hay que «desenmascarar» esos deseos del corazón, abriéndose a la relación con Dios, en la verdad y en la libertad, porque Él es el único capaz de renovar el corazón