En la escucha del «Cristo eternamente joven», los Padres sinodales escriben a los jóvenes de todo el mundo una carta que fue leída al finalizar la misa de clausura del Sínodo de los Obispos: «Que nuestras debilidades no os desanimen, y los pecados no sean la causa de perder vuestra confianza. La Iglesia y el mundo necesitan urgentemente vuestro entusiasmo».