En la homilía matutina en la Casa Santa Marta, Francisco se detiene en la Carta de San Pablo a los Romanos, observando que en todos nosotros hay una lucha constante entre la gracia y el pecado e invita a preguntarse si nuestras decisiones vienen «del Señor» o son dictadas «por el diablo», haciendo una pausa al final del día para escrutar nuestros corazones.